viernes, 3 de agosto de 2012

Seis meses de seis años


Hace 6 meses estaba yo atacá de los nervios, haciendo un esfuerzo infinito por no llamar cada dos minutos para saber por dónde iban, a qué hora llegarían aproximadamente... Vilma venía de camino. Y yo pegada al móvil todo el día. Qué eternas fueron aquellas horas.




Muchos cambios y avances. Antes teníamos que arrancarla del sofá (menuda perezosa, colocarle el collar y, tan pronto te girabas ya estaba de nuevo tumbada); ahora salta de alegría cuando toca salir. Eso sí, nada de madrugones, y las tardes con calma, mucha calma, sobre todo en verano. (Hace calor! Va a ser que no demasiado, esto es Galicia, este año la esquina rarita del mapa meteorológico).





Cada vez juega más y resulta más fácil provocarla. El último paseo del día es su momento estelar. Tan pronto se acerca un perrito (que a ella le guste, claro), se agacha y se coloca en posición (es alucinante como se arquea), toda nerviosa, incluso ladra (a veces con tanta insistencia y potencia que cualquier día a alguno lo mata del susto. Habrá que moderar tanto ímpetu ruidoso).




Ir con ella por la calle implica pararse a hablar de forma constante. Alguien pregunta  por la raza (el anuncio del Golf es todo un referente). Escucho terribles historias, admiración por su porte elegante, dudas sobre si no debería engordar unos kilitos, o los tópicos de cuánto corren (y Vilma sentada a mi lado).



Vaya donde vaya se sabe observada. Con esa cara de buena, si la correa se lo permite, se acerca a por su ración de piropos y caricias (y si hay una bolsa, a por ella, por si aparece comida en su interior). Es más lista!



Es un saco de mimos sin fondo, la reina del sofá y muy tranquila en casa. Es muy buena, aunque siguen vigentes las medidas anti-robo de cualquier alimento, crudo o cocinado. Aún no hemos descubierto nada que no le guste. Aprovecha cualquier despiste para hacerse con un delicioso guiso de ternera ecológica, un regalo que nunca llegó a su destino, paraguayos... Y al final de algunas comidas hace un repaso exhaustivo de la alfombra que hay bajo la mesa, por si acaso.




Deseaba tanto poder soltarla, pero el miedo (y la prudencia) se imponían. Hasta que llegó el día: 14 de mayo. En una playa pequeña y alejada de la carretera. Por precaución llevábamos premios comestibles, infalibles para que venga de inmediato. IMPRESIONANTE. Empezó a hacer amplios círculos a gran velocidad, no se lo creía (yo tampoco). No puedo expresar lo que sentí. Intenté grabarla, pero no supe deslizar el botón de la cámara del móvil (siempre fui muy zarpas con las tecnologías. Esta vez incluso tengo excusa, el aparato era nuevo). Visto lo visto, unas pocas fotos y a disfrutar del momento. De verdad, espectacular. Me emociono al recordarlo.

Con la confianza aparece el carácter, que sin duda tiene. Ya le ha gruñido, siempre en defensa de su territorio (el sofá o su cama), a algunas personas. Y si un perrillo se pone pesado, zas, le suelta un contundente ladrido.

En el parque, orejas en posición y cabeza alzada, vigila a los gorriones. Un polluelo caído del nido acabó en su boca ante mi espanto. Una décima de segundo y ella ya lo había atrapado. De inmediato lo suelta al escuchar mi rotundo NO. (Pensará que estoy loca, a saber). Hasta ese día todo parecía un truco ingenioso, ella se dedicaba a aterrorizar a algunos pájaros que osaban posarse sobre el suelo, sin llegar a rozar ni una pluma.

 




Mi navarrica cumplió 6 años el 7 de julio (San Fermín, ja ja ja). Para celebrarlo, como no podía ser de otra manera, un postre especial. Un exquisito hueso. Sorpresa, no era capaz de hincarle el diente y hubo que echarle una mano y partirlo en dos. A partir de ese instante se puso morada. Creo que acertamos con el regalo.


Ella cada día más contenta, y para nosotros es una inagotable dosis de felicidad.