Con esta portada tan atractiva,
ya entran ganas de llevárselo a casa. Varios escritores españoles tratan el
tema de los animales de compañía, y de las relaciones que establecen con sus
mascotas, en primera persona, o a través de célebres autores.
“Aquí reposan
los restos de una criatura
que fue bella sin vanidad,
fuerte sin insolencia
valiente sin ferocidad
y tuvo todas las virtudes del hombre
y ninguno de sus defectos.”
Lord Byron, epitafio para Boatswain. Al saber que iba a morir,
pidió que lo enterraran al lado de su perro (deseo que no se respetó).
“Se habla mucho de la nobleza de los perros, y
en las Tullerías he visto petimetres paseando galgos de carreras hambrientos
como hidalgos castellanos, pero yo con un perro, mi palidez y esta ropa ajada
pareceré un trapero”. Laforgue
“Ocho
años compartidos con un perro tienen que significar algo. Supongo... ¿Es una
parte de nuestra vida lo que está enterrado en el jardín? Esos ocho años en
Londres, nuestros paseos, un fragmento de lo más alegre de nuestra vida
privada... ¿es eso lo que ha desaparecido?” Virginia Woolf
“De
joven el mundo animal me obsesionaba; veía la vida a través de los seres que
estaban en estado de gracia, seres carentes de remordimientos, seres sin
deberes que cumplir, sin pasado ni futuro, seres que nada poseían salvo un
intenso presente y un eterno ritmo de hambre, sueño y juegos. Los lémures de
cola enroscada, con su reverencia por el sol, sus saltos por el aire y sus
aullidos de soledad, eran oscuros inmortales de una raza primitiva”. Cyril Connolly
Charlie, el perro de Truman Capote; Teodoro W. Adorno, el
gato de Cortázar, o las
excentricidades de los Bowles.
Resulta curioso y ameno, pero
pensaba que iba a ser emocional, y es quizás demasiado testimonial. He
conectado mucho más con los relatos de Soledad Puértolas o Ignacio Martínez de
Pisón, que se centran en sus propias vivencias.